First Light — Makoto Matsushita

Arturo Hernández
3 min readJan 30, 2023

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Es, cuanto menos, curioso el efecto que tiene el City Pop para quien lo escucha; no sólo en su contexto de concepción, sino en este resurgir que ha tenido durante los últimos años, en medio de YouTube, Tiktok, y la nostalgia por algo que ni siquiera hemos vivido. Publicado en 1981, este álbum es una representación fehaciente de todo lo que este género significó para la sociedad nipona de la década de los 80. Letras románticas acompañadas de ritmos dulces que recogen lo mejor del soul, el jazz y el pop occidental contemporáneos. Es el soundtrack de una sociedad que se erige próspera, embriagada de crecimiento económico y con una mirada optimista hacia el futuro.

El álbum abre con el track homónimo “First Light” que es casi un cliché de la escena americana de despedida en el aeropuerto. La combinación del sintetizador etéreo con el bajo bien definido marca el paso de una atmósfera de ensueño que perdura a lo largo de toda la pieza. La voz se desliza a los pocos segundos y encaja a la perfección con su reverberación y el acomodo en el compás. El bajo interviene a contrapunto y sirve de sostén de la canción mientras la voz descansa entre versos. El estribillo es todo lo que ya conocemos de la música pop, y su letra que intercala el japonés con anglicismos no es otra cosa que la evidencia de sus influencias como género y expresión artística.

La producción del disco aprovecha toda la complejidad de su composición. Los detalles sutiles de los instrumentos, cada uno con su espacio en la pista y cargados de arreglos que se mimetizan con el “todo” de la pieza, son una muestra increíble del virtuosismo de los músicos que cohecionan en un producto fácil de disfrutar y que a pesar de su riqueza se siente fresco y ligero. First Light suena al viaje en carretera que se emprende de regreso a casa. Precisamente el segundo track One Hot Love inicia con la misma alegoría. Su letra, al igual que lo que encontramos con el resto de canciones, no destaca precisamente en profundidad ni belleza. La vocalización de Matsushita se encuentra en la misma línea de pensamiento que el resto de instrumentos y no pretende posicionarse por encima de ellos.

Llegando al tercer track, Resort for Blue nos recibe a manera de interludio donde se solidifica la identidad sonora del álbum (lo que también significa que a partir de acá podemos esperar más de lo mismo). Una vez más, con cada instrumento en su sitio y todos con algo que decir. Si se intenta prestar atención a cada una de las pistas, la obra se desdobla y es posible notar el entramado arreglo y sinergia entre los músicos. Irónicamente, si nos alejamos y concentramos en percibirlo todo, el resultado es más un soundtrack que escucharíamos en cualquier escena que se desarrolle en el bar de un hotel. Al final de esta breve pista, escuchamos el sonido de una lluvia que ya nos acerca más al perfil estético del Vaporwave, heredero espiritual que ha sido agente esencial para acercarnos a este lado de la historia de la música en los tiempos que corren.

Makoto Matsushita forma parte de la camada de artistas que moldearon el caracter sonoro del Japón de los años 80, que no es cualquiera. El Sony Walkman, el Casio F91W, la NES de Nintendo, y el Mazda Miata son sólo algunos de los íconos que hoy todos reconocemos y que tienen origen en esa década de furor y locura financiera en tierra nipona. Misma que sería arrasada en la década siguiente, y que irónicamente dotaría al City Pop de su escencia nostálgica que hoy hace del género la perfecta elección para evocar ilusión y añoranza de tiempos mejores.

Summer’s gone
I lost it all
Twilight comes
And I recall
September rain.

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